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¿La gallinita siente y piensa?

En estos últimos años he visto como la juventud se ha ido conscientizando de la importancia de cuidar el planeta que van a heredar y por ende, sus habitantes. Entre ellos, nuestros hermanos menores, los animales. Eso me hace recordar una parte de una conferencia a la cual asistí en la Universidad Icesi, donde el conferencista nos resaltaba un caso puntual de un niño estudiante de una escuela del Brasil donde su madre lo invitaba a tomarse su sopa de pollo, y el niño le pregunta ¿Mami, y nos vamos a comer la gallinita? –Si, nos la vamos a comer –Y la gallinita tiene cabeza? –Si, tiene cabeza. –Entonces la gallinita siente y piensa? –Si… -Entonces ella puede ser mi amiga? Su madre incrédula le responde que sí y el niño en medio de su estupor le responde “si ella es mi amiga entonces yo no me la quiero comer”.

Es una buena anécdota para darnos cuenta del despertar y de la concientización que está teniendo nuestra juventud. Particularmente en Cali venimos viendo hace unos años la gran propuesta gastronómica que los caleños ya podemos degustar con respecto a comidas más saludables. Tenemos tendencias tan variadas dentro de lo saludable como la comida vegetariana, comida vegana, macrobiótica; o simplemente natural: frutas, verduras y carnes frescas; evitando todo lo que traiga conservantes, colorantes y aditivos químicos.

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La verdad es que he hecho un recorrido grande por San Antonio, la Flora, Ciudad Jardín, Granada, el Peñón, San Fernando, Tequendama y hasta en el Centro buscando cosas ricas y saludables que conquisten mi paladar. Y en esos ires y  venires me encontré a Angélica, una jovencita maravillosa con un mundo de sueños por delante y ya consciente de la importancia del cuidado y armonía para con su entorno. Me sorprendió porque lidera un tema maravilloso que es “la comida consciente”, que por supuesto le pregunté:

¿En qué momento empiezas a ser consciente de la importancia de alimentarte saludablemente sin ingerir comidas procesadas?

La verdad es que mi madre toda la vida me hablo sobre la importancia de comer balanceado. Aunque es un concepto que siempre ha estado en mi cabeza confieso que no sé realmente como ponerlo en práctica. Hace unos 10 años descubrí el impacto que tiene para el planeta el consumo de carnes y tomé la decisión de poner mi granito de arena sacándolas definitivamente de mi plato. Como cualquier mujer de esta sociedad, mi aspecto físico me preocupaba bastante, sobre todo cualquier aumento en mi peso o “gordito” de más. Después del cáncer de mi abuelo descubrí lo tóxico que es el consumo de procesados en la cocina (tales como los cubo de caldos), generando en mí una reducción al mínimo en el consumo de paquetes de papitas, gaseosas y productos de ese tipo. Pero ha sido el pasar de los años siendo vegetariana el que me ha demostrado que es la forma en la que nos alimentamos la que determina la clase de vida que vamos a tener. Estoy empezando entonces a aprender a aplicar ese concepto que siempre he querido entender del todo.

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Quiero aclararles que Angélica tiene escasos 23 años, y cuando nos habla de hace 10 años, imagínense que solo tenía 13.  Eso nos da a entender que este movimiento consciente con respecto a la naturaleza ya se viene gestando hace unos años.

Y Angélica, ¿cuando hablas de los animalitos, a que estás haciendo alusión?

Dentro de las investigaciones que había hecho hasta el momento, era el consumo de carnes rojas el que más atentaba con la sostenibilidad del planeta. Pero para mí, es un tema de coherencia. Una dieta vegetariana siempre me ha parecido una opción mucho más saludable, debido a la frescura de los ingredientes. Pero, entre más aprendo sobre el mundo, me doy cuenta que más son las razones para seguir en este estilo de vida. Hoy en día yo prefiero decir “no como animales”, pues moralmente ya no soy capaz de alimentarme a costa de la vida de un ser que piensa y siente; y eso incluye animalitos que a veces no reconocemos como tal; casos como los camarones o langostinos del ceviche. Empezó siendo una promesa ecológica y terminó siendo toda una decisión espiritual.

Se ha vuelto una actividad maravillosa la siembra de huertos en casa. De hecho cuando te conocí me hablabas de esa actividad que tú desarrollas. Eso me parece estupendo, ¿cuéntame cómo es el tema de los huertos en casa?

Bueno, a mí el tema culinario no me fluye tan fácil como otros. La verdad es que tengo muy buena sazón y todo me queda delicioso si he de cocinarle a alguien, pero cuando se trata de cocinar mi propia comida, no tengo la misma motivación. Siendo artista, sé que no hay nada que me haga más divertido producir una obra que las herramientas que uso para trabajar, así que para volverme el tema de cocinarme mucho más interesante encontré que la mejor forma para cautivarme era usar los mejores y más estimulantes ingredientes; los que crecieron de mis propias manos. Tomé entonces la decisión de aventurarme a cultivar en mi casa.

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Quiero aclararles que Angélica es estudiante de Diseño de Comunicación Visual en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali y que además haciendo alusión a esta actividad, apoya la iniciativa ecológica del Colegio Berchmans, del que se graduó. Lo que nos muestra su responsabilidad con respecto al tema, y me nace aquí preguntarle:

¿Qué tanto conoces de las semillas libres y semillas nativas Colombianas; y su potestad en nuestro país sin tener que estar sometidas a leyes de multinacionales que nada tienen que ver con nosotros?

Mi abuelo era campesino y en su finca en el Quindio cultivaba Lulo y Café, una que otra parcelación de Plátano y tenía algunos animales. Ya desde esa época el gremio campesino tenía muchos problemas con el gobierno y sus políticas agrarias. Si no eran desplazados de sus tierras por la guerrilla, las leyes de compra y venta de las cosechas nunca les remuneraban decentemente lo que cuesta su trabajo y menos lo que la ciudad paga por esos productos. Si eran semillas nativas o no, no lo tenía claro en ese tiempo, pero hoy sé que las políticas que han venido apareciendo desde entonces someten a los campesinos a un nuevo paso dentro de este esquema. Siempre se les ha dicho que es mejor utilizar químicos y compuestos tóxicos para “mantener sanos” y libres de plagas sus cultivos, pero ahora lo han llevado al punto donde no pueden zafarse de usarlos debido a que los están obligando, por ley, a cultivar semillas manipuladas, lo quieran o no. Semillas que además de únicamente sobrevivir con dichos químicos, han sido alteradas para producir frutos que no permiten el proceso natural de este ciclo de vida. Las multinacionales quieren obligar a nuestras familias ancestralmente campesinas a tener que comprar semillas de estas cada vez que quieren sembrar algo.

Angélica, es bien interesante lo que acabas de mencionar con el tema de las semillas, y es insólito que en nuestro país, donde se produce gran variedad de alimentos y que es básicamente agrícola nos encontremos con una problemática como esta gestada por un mal enfoque gubernamental (¿inconsciente e irresponsable?). Es por eso que quiero resaltar ese sueño, que a mi modo de ver de gran trascendencia, que tienes de tirar esas semillas por las calles envueltas en esas bolitas de tierra; semillas de frutas, aromáticas y demás.

Lo interesante de las huertas caseras es que te demuestran que no importa que tan pequeño pueda parecerte un espacio, si lo usas inteligentemente ahí también puedes hacer crecer comida. Es demasiado doloroso ver que una ciudad como ésta cada día pierde más árboles sin que sus habitantes se indignen de la misma manera que se ofenden por temas más triviales. En Estados Unidos y otros países de Europa, los ciudadanos ya han interiorizado que el verdadero poder lo tiene la gente del común y no las instituciones gubernamentales; ya se organizaron al interior de cada barrio y pasaron a la acción: usaron sus manos para trabajar los jardines, andenes y terrenos baldíos que encontraban a su paso y sembraron comida en ellos. Nosotros todavía no tenemos esa apropiación de identidad, nuestro sentido patriótico está limitado únicamente al futbol y al reinado. Estoy trabajando este tema de las “bombas de semillas” (si buscan en Internet “seed bombs” encuentran mucha información) con las chicas de La Yerbateria, y queremos primero intervenir la ciudad lo suficiente para que los caleños despierten y se den cuenta que en cualquier ante jardín, andén o parque de su ciudad pueden tener comida para todos. Comida gratis y sana. Queremos que esto lleve a Cali a despertar su sentido de pertenencia y apropiación por su ciudad más allá de lo meramente musical o rumbero. Ya fueron la capital de las cirugías plásticas, ya encabezan el tema de lo fitness, ahora deben pasar a la salud integral. No solo preocuparse por “verse” saludables por fuera sino en serlo por dentro, y eso naturalmente se reflejará en el exterior.

Pues bien… Angélica, el tema es bastante interesante, nos atrapa y nos emociona a ambas. Hay mucho por conocer, mucho por investigar y harto por divulgar; pero queremos dejarles sembrada esta semilla de conciencia ecológica a nuestra ciudad y al mundo. Así sea tan solo que desde aquí podamos contarles cosas tan puntuales e interesantes como la iniciativa que tú tienes con tu proyecto de LAS BOMBAS DE SEMILLAS. Sabemos que cada vez va cogiendo más fuerza el tema de los hábitos saludables en nuestra comunidad. Estoy segura que a futuro Cali tiene que ser no tan solo la capital de la salsa y el baile (¡Qué me encanta!) sino la capital de la salud integral. No podemos dejar de lado la importancia de la cocción de estos alimentos tan responsablemente sembrados, comprados y manejados al momento de cocinarlos. Sabemos que hay herramientas inadecuadas que en vez de resaltarnos el sabor del alimento, nos lo intoxican; y que la forma de cocinar nuestros alimentos es vital en toda esta revolución alimentaria.

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Entonces Angélica… ya para terminar, ¿cuál va a ser tu plato navideño para mañana?

Uuuuuuuummm….. unos ricos tamalitos envueltos en hojas de plátano, cocinados con un mínimo de agua, en poco tiempo, optimizando la energía y siendo ecológicos.

Con Amor y Sabor,

Diana A.

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Fotografías: José Danilo Alegría Olave

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